Ariel tiene una cueva secreta donde almacena los objetos humanos que va encontrando (tenedores, gafas, cucharas, libros, relojes…). En esta cueva, la pequeña princesa interpreta una canción en la que nos habla de las maravillas del mundo de los humanos y lo mucho que le gustaría poder tener piernas para caminar, bailar y disfrutar del sol. En su discurso, se topa con una obra de arte muy especial. En este post vamos a hablar de los detalles que encierra la obra y, si te quedas hasta el final, te cuento cómo llegó a estar en posesión de Ariel…
Un cuadro ‘waterproof’
Hacia la mitad de la canción, la sirena se pregunta “¿Qué es fuego? ¿Qué es quemar?” y, mientras lo hace, toca la llama que procede de una vela representada en un cuadro. Resulta que la pequeña Ariel guarda entre sus pertenencias el cuadro “La Magdalena penitente de la lamparilla”, de Georges de La Tour.

La representación más emocional de la fe
La obra se realiza entre 1642-1644 y refleja la habilidad técnica del pintor, pero también su interés en la luz y los temas religiosos. La protagonista de la obra es María Magdalena, personaje religioso al que se le reconocen principalmente dos hechos: ser adúltera y pecadora y ser discípula de Jesús, estando presente en diferentes episodios de su vida, muerte y resurrección.

Pero a diferencia de muchas otras obras, donde ella aparece arrepentida o llorando, aquí la vemos en otra actitud. Una mujer serena, con expresión tranquila, que reflexiona ante una llama. Esta elección también viene dada por la época en la que nos encontramos. Pensemos que estamos en un contexto de Contrarreforma, en el que la Iglesia quiere revitalizar la fe y reafirmar sus doctrinas tradicionales (frente las críticas protestantes de Lutero).
Para lograrlo, utilizan elementos que puedan ser accesibles para toda la sociedad, y que puedan entenderse de forma sencilla. Entre estos elementos encontramos el arte, unas obras que deben ser emocionalmente impactantes y fáciles de entender, con objetos y personajes que el pueblo entienda y con los que puedan conectar: una conexión directa con ‘la divinidad’.

Georges de la Tour representó a María Magdalena en varias obras, dotándola de diferentes elementos a su alrededor pero siempre con una actitud serena y reflexiva. Haciendo esto, dando esta ‘tranquilidad’ a un personaje en apariencia pecador, está hablando al pueblo del poder del arrepentimiento y redención. Sin duda, esto viene reforzado el carácter educador del arte por parte de la Iglesia.
Inmortalizando el paso del tiempo

El uso de destinos elementos, como son los libros y la calavera, ayudan en el discurso. Se dice que tras la muerte de su maestro, la Magdalena decidió consagrarse a la penitencia y pasar el resto de su vida en una cueva. Y así es como la presentan diferentes artistas del barroco.

¿Os habéis fijado en el elemento común en todas las obras? Exacto: la calavera. La calavera es una alusión al paso del tiempo. Es lo ‘inmortal’ de lo mortal, ya que es la huella que el cuerpo deja después de morir. En historia del arte, la calavera suele ser un atributo habitual de los penitentes, que la usan como objeto de meditación sobre el sentido de la vida y lo efímero de la existencia. De hecho, en el cuadro de G. de la Tour también la vemos sobre el regazo de María. Y otro elemento que coincide en ambas obras del pintor francés es la vela.
En sus obras, el artista decide reforzar el sentimiento de fugacidad de la vida con estos elementos, calavera y vela. La vela, que se extingue como la vida. La luz tiene una gran fuerza y se refleja en los diferentes elementos del cuadro (cara, mano, mesa…) creando una atmósfera única.
El pintor coloca estratégicamente la vela en esa posición, así como los elementos de su alrededor, que serán los que estarán más iluminados. De esta forma, el espectador se fija más en esos detalles. En primer lugar, observamos la cara y la expresión de María. Como decimos, tranquila y reflexiva. Y, a continuación, destacan la calavera y los libros.
Figuras reflexivas ante el fuego

La elección de colocar libros sobre la mesa no es casual. Y, aunque no estén iluminados claramente y se vea la portada, el pueblo puede llegar a imaginarlo, ya que normalmente solía tratarse de textos religiosos, como la Biblia.
La lectura de las Sagradas Escrituras estaría hablándonos de la búsqueda de la verdad y guía moral de la protagonista de la obra. Y de cómo estaría meditando sobre su salvación tras los pecados. En pocas palabras, simbolizaría que María ha dejado atrás su vida pecadora y ahora se dedica a la contemplación y la vida piadosa.
¿Pero cómo llego a ser una posesión de Ariel?
La obra se expone desde 1949 en el Museo del Louvre. Ese es el año en el que fue comprada, por parte del Estado francés, a un coleccionista privado. La obra pertenecía al Barón de Saint-Pol, de la aristocracia francesa. ¿Pero, desde cuándo la tenía él entre sus posesiones?
Disney no especifica en ningún momento en qué año nos encontramos en el momento en que Ariel tiene 16 años. Pero, por el vestuario de los personajes y el estilo del barco y del castillo de Eric, podemos pensar que estamos en algún punto entre finales del S. XVIII y S. XIX. Además, se supone que el castillo de Eric está situado en alguna zona del Mediterráneo o del sur de Europa.
Por cercanía, tendría sentido que la obra pudiera haber acabado en la cueva de Ariel tras algún traslado en barco acabado en naufragio. Sabemos que es factible un naufragio en esas aguas porque, de hecho, el propio barco del príncipe Eric lo vive.

Por tanto, tiene sentido pensar que esta obra hubiera acabado en la cueva entre el S. XVIII-XIX, y que fuera abandonada allí por Ariel una vez ella pasa a ser humana. O, incluso, que se la llevara entre sus pertenencias en algún momento ‘tras las cámaras’. Quizá estuvo unos años decorando el palacio hasta que ella misma decidiera venderla al Barón de Saint-Pol. Por las fechas, coincide, y por fantasear nadie nos va a cobrar…
En cualquier caso, lo qué si sabemos con certeza es que la obra de este pintor barroco tuvo gran prestigio en vida, pero cayó al olvido con la muerte del artista. Afortunadamente, el S. XX constituye un momento importante para su producción, ya que su obra se revaloriza y se empiezan a buscar y comprar, lo que permite su exposición en museos para que sus cuadros puedan ser observados por el público.
¿Te han entrado tantas ganas de verla cómo a mi🤭?