arte

La sensualidad del vuelo

25 de septiembre de 2020

La sensualidad del vuelo

Si tuviera que describir esta obra en una palabra sería “sensualidad“. El por qué es evidente: una mujer elegantemente vestida se balancea en un columpio y sus faldas se levantan debido al movimiento, lo que nos permite ver sus piernas y hasta una liga. Además, uno de sus zapatos sale disparado, dejando ver un pie solo recubierto por las medias.

Jean-Honoré Fragonard (1767), El columpio, Colección Wallace, Londres
Jean-Honoré Fragonard (1767), El columpio, Colección Wallace, Londres

En contraposición con la luz que incide directamente en la mujer, encontramos a dos personajes masculinos, uno más oculto que el otro. En las sombras de los árboles, sentado en un banco de piedra, un hombre de avanzada edad (como parece indicar su pelo blanco), controla el mecanismo de cuerdas que mueve el columpio de la mujer, seguramente su esposa. El personaje que cierra el grupo es un hombre aparentemente más joven, que está tumbado en primer término, mirando directamente a la mujer (y seguramente lo que hay bajo sus faldas). Este personaje ha sido interpretado como el amante, que se burla. Por tanto, las tres figuras forman un triángulo, tanto en el soporte plástico como en la vida real.

Triángulo compositivo
Triángulo compositivo

El estilo de una (alta) sociedad

Debemos tener presente que en esta época eran muy comunes los matrimonios por conveniencia: los aristócratas aceptaban estos matrimonios concertados porque eran un fin para conseguir poder y riqueza. Una vez lo alcanzaban y conseguían tener la descendencia que les aseguraba continuidad, no importaba si se liberaban sexualmente fuera del matrimonio.

¡Eso sí! La clase alta podía permitirse este tipo de libertades, mientras que estaba mal visto tener amantes entre las clases sociales inferiores. Este factor lleva a hacernos pensar que el autor de la obra está haciendo una crítica a la frivolidad de la vida cortesana y de la alta nobleza de la Francia del S. XVIII, donde el pan de cada día eran los matrimonios de conveniencia, el adulterio, la sensualidad y la exageración.

En otras palabras, se podría afirmar que este cuadro de Fragonard resume a la perfección los conceptos del amor, la naturaleza, el paisaje, la sofisticación y la galantería, y refleja a la perfección el espíritu del periodo Rococó. Y es que este estilo que se desarrolló por toda Europa en el S. XVIII, pero que tiene su origen en Francia, podría definirse como menos serio y más sentimental, dando la vuelta al barroco y convirtiéndose en el reflejo de una frívola alta sociedad.

Hay más invitados en la fiesta

Es interesante notar que, además de las tres figuras humanas, aparecen otras tres figuras de piedra: i putti o ángeles escultóricos. Estos divertidos amorcillos, que se representan mayoritariamente desnudos y alados, eran considerados espíritus guardianes o mensajeros, y eran los encargados de transmitir lo que ocurría entre los humanos a los dioses y viceversa.

Cupido se lleva el dedo a la boca en señal de silencio
Cupido se lleva el dedo a la boca en señal de silencio

El que se sitúa a la izquierda del todo también es alcanzado por el foco de luz de los amantes: se lleva el dedo a la mano, en el gesto mundial de pedir silencio. ¿Una advertencia a los amantes, que están siendo demasiado indiscretos? Por otro lado, tenemos a dos pequeños putti en el centro de la composición, entre la luz y las sombras. Están abrazados, lo que se ha interpretado como el amor que el hombre mayor sí siente por su esposa. No obstante, cada uno mira en una dirección: uno de ellos mira a la mujer y, a su vez, es advertido por el Cupido que pide silencio, por tanto, cómplice del adulterio. El otro mira al perro que parece ladrar tras una vaya.

¿Es que nadie había reparado en el pequeño perro? Este animal es considerado generalmente un símbolo de fidelidad. Se le suele representar en actitudes plácidas y tranquilas al lado de sus amos. Pero, en este caso, el perro está visiblemente enfadado con su dueña, a la que ladra sin recibir atención ninguna. El dueño, que mira embobado a su mujer, tampoco está siendo advertido por los ladridos, ya que ni mira ni parece oír al pequeño can. Esta anecdótica escena remarca el carácter de crítica de la obra. Además, debemos recordar la presencia del Cupido que se lleva la mano a la boca pidiendo silencio. ÉL, que siempre busca exaltar el amor y las pasiones, pide más discreción a los amantes y silencio al pobre animalito.

I putti abrazados y el perro ladrando
I putti abrazados y el perro ladrando

Los zapatos salen del cuadro

Y para terminar, os quiero contar algo que a los amantes de la moda en general y de los zapatos en particular os va a encantar: los zapatos de la mujer que se mece sensualmente en el columpio, ¡existen!. Son obra del diseñador español Manolo Blahnik, quien los creó para Maria Antonieta en la película homónima de Sofia Coppola. Sus creaciones, en sintonía con el resto del vestuario de la película, la convirtieron en merecedora ganadora del Óscar al Mejor Vestuario.

Zapatos diseñados por Manolo Blahnik para la película 'Marie Antoinette' de Sofia Coppola (2006)
Zapatos diseñados por Manolo Blahnik para la película 'Marie Antoinette' de Sofia Coppola (2006)

Para crear el calzado, Blahnik se inspiró en los zapatos del S. XVIII que se conservan en el Victoria & Albert Museum y en otros museos de París. Pero también en las obras conservadas en la Colección Wallace, el cual recibe el honor de ser “uno de sus museos favoritos”. De hecho, en junio de 2019 la Wallace Collection acogió la exposición temporal “An Enquiring Mind: Manolo Blahník at the Wallace Collection” que puso algunas de sus pinturas, muebles y esculturas en diálogo con zapatos diseñados por Manolo Blahnik. Os dejo por aquí el enlace a la guía de la exposición que comparte la propia Wallace en su página web, seguro que a Carrie Bradshaw le hubiera encantado visitarla.